¿Qué se gana al compararse con los demás?

Compararse con los demás parece algo inevitable. Es habitual que los comportamientos que hacemos cada día estén directamente influidos por lo que los demás hacen o dicen. Necesitamos una figura externa que establezca una norma con la que comparar nuestro comportamiento. Al compararnos, nos sentimos seguros acerca de nuestras habilidades y aptitudes, ya que tenemos un modelo sobre el que establecer las reglas de comportamiento.

El hecho de compararse no tiene por qué ser perjudicial a priori, de hecho, puede tener distintas ventajas. Compararse con los demás tiene beneficios en nuestra forma de actuar ante determinadas situaciones y puede funcionar como un mecanismo de afrontamiento.

Otra de las ventajas es la autosuperación, es decir, establecer como modelo una figura con cualidades que deseamos en nosotros mismos. En definitiva, ver a lo que podemos llegar y encaminar nuestras acciones en mejorar nuestras capacidades. 

El lado oscuro de compararse con los demás

A pesar de los beneficios que produce la comparación con los demás, estos podrían ser a corto plazo. De hecho, pueden enseñar a la persona a compararse cada vez más y más y llegar a depender de ellas. Estar frecuentemente comparándose con los demás y hacer de esto el motor de nuestra existencia, puede limitar nuestra vida.

En este sentido, este lado oscuro de compararse se relaciona con comportamientos destructivos, con consecuencias dañinas. Puede llegar a ser agotador y muchas personas que tienden a compararse con otras reconocen que son infelices. Asimismo, hay estudios que demuestran que las personas que se comparan con otras, afirman que son felices si se sienten mejores que las personas con las que se comparan. Es decir, nos sentimos infelices si en las comparaciones nos sentimos inferiores de manera regular y nos sentimos mejores o superiores si en las comparaciones salimos la mayoría de las veces como “victoriosos”.

Mostrar inferioridad ante los demás 

Hay personas que tienden a compararse para quedar en una posición inferior. Aunque pueda parecer incoherente, este comportamiento se ve reforzado por lo que obtienen al adoptar una posición de inferioridad. Menospreciamos nuestras capacidades e idealizamos las de la otra persona. Al notar esta actitud por nuestra parte, puede verse reforzada su figura de parte activa y poderosa sobre nosotros. Se asemeja a adoptar un rol de complacencia o sumisión con respecto al otro, lo que a su vez tiene consecuencias sobre nosotros. 

La persona que opta por situarse en la posición inferior puede obtener cuidados y atención y le permite dejarse llevar. Es decir, se sitúa en un lugar de pasividad donde el otro toma la iniciativa y dirige la relación. 

También es común compararse negativamente para que la otra persona reaccione con argumentos contrarios, diciendo lo buenos o lo capaces que somos, reforzando así este comportamiento. En definitiva, tanto compararse con alguien mejor que nosotros como con alguien a quien consideramos inferior, tiene sus ventajas según por donde se mire. No obstante, en ocasiones puede ser perjudicial si nos comparamos continuamente, afectando a nuestro bienestar emocional y autoestima.

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