Todo me da Pereza: ¿puede ser un Antecedente a la Tristeza?

 

La frase “me da pereza” o «todo me da pereza» la hemos escuchado miles de veces a lo largo de nuestra vida. La pereza es habitual en nuestro entorno y algo a lo que estamos acostumbrados. En principio, puede parecer que no tiene mayor trascendencia que la de que no te apetece hacer determinada tarea o actividad.

¿Qué es la pereza?

Según la RAE, la pereza se define como la “negligencia, tedio o descuido en las cosas a que estamos obligados”. La pereza se puede identificar como la falta de motivación o ganas para realizar alguna actividad. Suele relacionarse con tareas que requieren esfuerzo, que no tienen resultados claros o tareas aburridas y rutinarias.

Aunque existen estudios que afirman que la pereza se relaciona con la inteligencia y la creatividad, es cierto que en ocasiones puede actuar como barrera para conseguir los objetivos que queremos. En este sentido, ¿qué hay detrás de decir “me da pereza” o «todo me da pereza»?

¿Por qué siento que todo me da pereza?

Puede que no nos apetezca realizar determinada actividad o que, al elegir no hacerla, obtengamos más beneficio que haciéndola. Al final, la pereza acaba cumpliendo la función de tenernos inmóviles ante cualquier atisbo de incertidumbre que implica hacer algo.

Es decir, actúa como una barrera para hacer algo, es como decir “no sé” ante la pregunta de qué hacemos hoy, cómo estás o qué quieres. También puede influir el miedo a equivocarse, a que las cosas salgan mal, al rechazo o a la crítica. Al final evitamos la incertidumbre, el riesgo ante lo que pueda pasar.

Parece que no hacer nada es lo mejor para evitar sentir esto, y, a corto plazo, puede funcionar. Sin embargo, a largo plazo nuestra vida puede verse mermada. Al dejar de hacer cosas, perdemos la oportunidad de estar motivados con algo, de aprender, de tener ilusión por hacer y de establecer relaciones con otras personas. 

La pereza como precursora de la tristeza

No es extraño pensar que la pereza puede relacionarse con sentimientos de tristeza. También se puede relacionar con la abulia, que se define como la falta de voluntad para hacer algo o para moverse. Así, nos podemos ver enredados en una espiral de pereza, que cada vez nos lleva a hacer menos actividades, a estar menos activos, lo que promueve los sentimientos de tristeza, apatía, desinterés o desvinculación. Como resultado, nuestra vida se ve reducida considerablemente.

Considerando lo anterior, no hay duda de que nuestro estado de ánimo en un momento determinado influye en nuestro comportamiento, tanto aumentándolo como disminuyéndolo. De este modo, no es de extrañar que el estado de ánimo pueda ponernos trabas para realizar las actividades que queremos realizar.

Hay que tener en cuenta que las emociones, al igual que los pensamientos o los sentimientos, son pasajeras y volátiles. Es decir, no podemos estar siempre alegres, tristes o enfadados. Nuestras emociones van cambiando de un momento a otro. Esto es, si dependemos de ellas para implicarnos en tareas o comenzar a hacer actividades, nuestras acciones serán cambiantes y arbitrarias. Está claro que podemos preferir hacer actividades estando de mejor humor y es aquí donde tenemos que ver cómo de importante es esa actividad para nosotros y poder realizarla aun estando enfadados, tristes o eufóricos. Tener en cuenta cuáles son nuestros objetivos y cómo es la vida que queremos tener.

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